Muchas veces, demasiadas quizás…
Pensamos y pensamos,
imaginamos y
calculamos
cuál será el resultado final.
No está claro y dudamos,
ella está a tu lado,
estáis a solas hoy igual que ayer.
Pero no sabes que debes hacer.
“La solución es muy fácil”: Podrías pensar.
Pues solo tienes que preguntar.
Pasar al blanco y negro,
al sí o al no…
Pero nos gusta tanto el gris…
Podemos refugiarnos en un quizás,
evitando un temible “no”,
un decepcionante “es que somos solo amigos”.
Y de esta manera el gris se torna en plata,
una cómoda barrera que nos protege,
nos aísla y nos precinta de las
lagrimas que podrían llover encima nuestro.
Aunque esto nos evita sufrimiento,
nos aleja del “oro”, del largamente deseado triunfo
que ansiamos.
Y ese no es otro que una autentica felicidad para
compartir.
Puedes dejarlo pasar y tal vez llegara un momento
muy evidente,
también puede enfriarse la oportunidad, la
posibilidad.
Y entonces habrás perdido la ocasión,
no se debe arriesgar a que te lo pongan en bandeja,
pues aunque no parezca ese es el autentico riesgo.
Acostumbramos a pensar, (Equivocadamente)
que no tomar
una decisión es postergarla,
pero no es así…
Es entonces cuando quien decide es el tiempo,
decide por nosotros,
al igual que al dudar en otras situaciones.
Puedes hacerlo o no,
pero si piensas que “igual más tarde…”
Puede llegar el día en el que ya no sea posible,
o que otro se halla adelantado.
Si estas frente a la piscina debes saltar,
no importa si no llegas a ver el agua,
algo tiene que haber…
Puede que si esperas a comprobarlo sea demasiado
tarde,
y entonces sí que te harás daño,
pues el golpe será mucho más doloroso y duradero.
Te quedaras con la duda de
si con solo una pregunta o buena reacción todo
habría sido diferente…
Para ti, para ella.
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